sábado, 17 de noviembre de 2007

Taller “Trilogía de la destrucción: precariedad económica, medioambiental y social”

Por los ecologistas invitados al acto; Rafael Cañada y Francisco Puche

Archidona, 24 de noviembre del 2007

... Pero lo que sucede es que el disenso es tanto o más importante que el consenso. Y desde el punto de vista del futuro de la razón, si la razón tiene hoy algún futuro, se diría que el disenso es lo realmente decisivo. (J. Muguerza, 1990, Desde la perplejidad).

Saltándonos el orden lógico de la escritura y el del encuentro, nos vamos a permitir confesar que este texto se escribe bajo la impresión de dos lecturas que aparecieron al final del acto: de un lado el texto de John Berger, leído por Javier Aguilera, y de otra una máxima traída, por no recordamos quién, que decía que:

hace más ruido cuando se cae un árbol que cuando crece la hierba.

El texto de Berger que impregna nuestra escritura, y que enlaza con el anterior, decía así (resumiendo):

En primer lugar están los operadores del orden mundial, los cuales toman cada minuto alguna decisión que afecta directamente a millones de vidas en todo el mundo, sin responder ante nadie, ni mucho menos ante los políticos individuales que han perdido gran parte de su poder pero no quieren admitirlo. Tenemos después a millones y millones de personas que en un cierto sentido no tienen poder o no actúan políticamente, por lo menos no en el sentido tradicional del término. Estas personas trabajan para ofrecer pequeñas soluciones que les permitan sobrevivir con la mayor simplicidad; representan un amplio movimiento, en cierto sentido amorfo pero que comparte muchas prioridades, ligadas a las acciones a emprender y a las formas de resistencia y de solidaridad a poner en marcha. Las personas que forman este movimiento no están planificando el cambio, simplemente lo construyen con sus propias vidas. Pienso que es la primera vez en la historia que sucede una cosa de este tipo y, si miro al cielo, veo algo que se parece a este movimiento que prepara la alternativa al poder actual que gobierna el mundo y que esperando prepara la alternativa para la supervivencia. Si miro en el espejo que el cielo me ofrece veo un espacio que contiene dentro de sí a todas las personas que intentan restituir un sentido a sus vidas”

Empezamos el taller pidiendo cinco minutos de silencio para reflexionar sobre eso tan traído y llevado del “desarrollo sostenible”.

Y pedimos, después, una rueda de palabras para escuchar sus consideraciones, y para aprender.

De allí salieron muchas cosas: la cuestión del agua (ciertos prejuicios y cierto despiste), la riqueza como destrucción; el porvenir de las culturas locales y campesinas, a este paso; la necesaria integración de discursos: economía-ecología-sociedad, por formar entidades relacionadas; la acción institucional y la otra; el paso de meras actitudes reivindicativas a las propositivas; la pregunta ¿ podemos seguir desarrollándonos?; la inminencia del cambio climático y la necesidad de decrecimiento; la presencia de la discusión de los campos de golf como no malos en lugares con “vocación”...De todo, pero apuntando más hacia una fuerte sensibilización que hacia los despistes y prejuicios burgueses que también nos pareció observar.

Nuestras intervenciones, aunque fueron independientes, las podemos sintetizar como siguen:
1. Los límites del crecimiento

A partir del trabajo de los Meadows, en 1972, sucesivamente reelaborado en 1992, 2002 y 2006 se desató la polémica sobre el fin del crecimiento, por la imposibilidad de contener un crecimiento ilimitado en un planeta finito. Se ha discutido en las fechas y en cuanto a las variables relevantes, pero nunca en cuanto que de seguir así las cosas el colapso está asegurado: Estas son las conclusiones de todos sus trabajos de más de treinta años:

La disyuntiva civilizatoria ante la que nos encontramos sería:

limitación voluntaria del crecimiento material o colapso.

1.- Si continúan sin cambio las tendencias actuales, los límites de crecimiento del planeta se alcanzarán dentro de los próximos 100 años, y probablemente será un declive súbito en incontrolable tanto de la población como del capital.

2.- Es posible modificar estas tendencias de crecimiento y establecer unas normas de estabilidad ecológica y económica que puedan ser mantenidas en el futuro. El equilibrio global puede diseñarse de forma que las necesidades básicas de cada habitante de la Tierra sean satisfechas.

3.- Si los pueblos de la Tierra se deciden por esta segunda opción, cuanto antes empiecen a trabajar a favor de ella mayores serán sus posibilidades de éxito.

Estas conclusiones están recogidas en los siguientes gráficos:


En el escenario 1: si todo sigue como hasta ahora, a partir de 2050 las curvas de las cuatro variables de referencia (recursos, población, alimentos y producción industrial) caen bruscamente y para 2100 se sitúan como en los años 1900 y la contaminación se dispara hasta el infinito.

En el escenario 2: si se toman medidas drásticas en la senda de la sostenibilidad, la contaminación termina cayendo, sin haber crecido demasiado, y las demás variables tienden hacia una estado llamado de crecimiento cero o estacionario, y por tanto de mantenimiento de niveles como los alcanzados alrededor de 2050.

Esta situación estacionaria ya fue prevista por los economistas clásicos y lejos de ser dramática para ellos la consideraron, incluso, una oportunidad humanizadora. Por ejemplo J.S. Mill decía, en el siglo XIX:

Si la Tierra tiene que perder esa gran porción de lo que en ella es agradable, y que se debe a cosas que el crecimiento ilimitado de la riqueza y la población habrían de extirpar para poder soportar una población más amplia pero no más feliz, sinceramente espero, para bien de la humanidad, que los partidarios del estado progresivo se conformarán con ser estacionarios mucho antes de que la necesidad les obligue.

Hay que subrayar que un estado estacionario no significa el estancamiento del mejoramiento humano. Habría más campo que antes para el mejoramiento del arte del vivir cuando las mentes se liberen del dominio del avance material.

Jonh Stuart Mill (1806-1873).

2.- Dos males a superar:

Estamos presos de una visión del mundo que podemos calificar de antropocéntrica, es decir de una consideración de la especie humana como aquella arrogada de todos los derechos sobre el resto de seres vivos e inanimados y que, además tiene capacidad de generar una tecnoesfera con la que desprendernos de los servicios que nos proporciona la naturaleza. Esta visión surge, en la tradición occidental, con la Biblia (“y Dios creó el hombre a su imagen y les dijo: llenad la tierra y sometedla”, Génesis, 28-28), e incluso en Marx quedan resabios de esta mentalidad cuando afirma que “el hombre es el ser supremo para el hombre”. Es la versión del hombre endiosado

La visión que creemos que nos es imprescindible es aquella que considera a todos los seres vivos como parte de una gran familia con la que estamos formando una red que llamamos la trama de la vida, por lo tanto de la que dependemos y dependeremos y que considera, también, que las otras especies merecen un contrato natural de respeto y consideración. Decimos que si alguna religión es pertinente es aquella que se dice panteista, de respeto y consideración sacro-inmanente empezando por nuestros próximos.

De este antropocentrismo la peor versión es la machista, que es aquella que además considera dominable no solo a los otros seres vivos sino también a las mujeres dentro de la propia especie. Se arroga derechos que alcanzan a la propia vida de sus hermanas específicas. No es raro que las sabidurías antiguas (griegas, veterotestamentarias, etc) consideren el peor mal de la humanidad lo que llamaban hybris o desmesura, en el caso de los griegos y el pecado contra el espíritu, en el caso de los creyentes de la Biblia.

El segundo mal a superar, decimos, es el capitalismo. No sólo por lo que tiene de necesidad de incrementar sin parar la creación de beneficios: dinero para comprar mercancías con las que hacer más dinero (D-M-D), según la vieja fórmula marxiana; no sólo por lo que significa de explotación de sus hermanos/as y de la naturaleza al a que pertenece, sino especialmente por tratar de hacer una sociedad de mercado (no confundir con la utilización del mercado como institución instrumental) en la que todo es privatizable y dinerable y en la que los lazos entre las gentes se tratan de romper con el individualismo y la feroz (y falsa para las grandes empresas) competencia. El capitalismo arremete frontalmente con lo común con lo que vincula con los valores inmateriales con la fraternidad.

3. Estamos en un mundo lleno:

Ya hemos cumplido con mandato bíblico y estamos, por primera vez en la historia de la humanidad, viviendo en conjunto por encima de nuestra capacidad de sustentación. Esta es la mala noticia que nos da ese indicador denominado “huella ecológica”. Los siguientes gráficos nos permite ver lo que decimos:



















Como se puede ver en el gráfico de abajo, para todo el mundo desde 1985, lo que consumimos esta por encima de la capacidad que tiene el conjunto del Planeta para sustentarnos en las necesidades más imprescindible (alimentos, ciudades, bosques, etc.). Necesitaríamos un 25% de Tierra como la nuestra para mantener las formas de vida mundiales, lo cual es insostenible. Este sobrepasamiento es lo que da lugar, entre otros efectos que ya están presentes en nuestro mundo, al cambio climático y a la pérdida galopante de biodiversidad. Sobre el segundo asunto, el gráfico siguiente nos va a dar un orden de magnitud de los que decimos:













Como podemos ver, y solo para los vertebrados que son una minoría de entre cerca de 100 millones de especies que pueden existir actualmente, las pérdidas de diversidad alcanza del orden del 40% en tan sólo 30 años. Los de agua dulce (los que habitan los ríos) van a pique de la extinción, por eso decimos que las presas y trasvases son tan trágicos.

Y dependemos de todos los demás seres vivos.

En estos cálculos de huella ecológica tenemos ya un déficit sin ni siquiera haber dejado tierra biológicamente para el resto de seres vivos, que si lo hubiésemos hecho como recomienda Wilson (que dice que al menos hay que dejar un 50% del total) necesitaríamos más de dos tierras para seguir soportando el tenor de vida actual... y encima seguimos creciendo como objetivo principal de la política institucional.

4.- Estamos en un mundo tremendamente injusto

Si observamos el siguiente gráfico, nos daremos cuenta de la enorme desigualdad mundial en la que estamos instalados:











Este gráfico muestra dramáticamente que no sólo muchos países consumen por encima de la huella ecológica que sería el limite de sostenibilidad, sino que la mayoría de África, Asia y América Latina ni siquiera llegan a un nivel de vida aceptable. Como se ve, en el cuadrante en que coincidirían desarrollo sostenible social y medioambiental está prácticamente vacío.

Y como hemos llenado el mundo, y no hay ya espacio nuevos de dónde echar mano, los consumos excesivos de unos lo son a costa de las hambres y miserias de los otros. Reaparece el capitalismo depredador de recursos y de medios de vida que hace las transferencias desde la parte izquierda del gráfico a la parte derecha. Con la complicidad de lo que llamamos clase consumidora, es decir muchos de nosotros/as, aunque seamos trabajadores.

Decíamos en las conclusiones: cada vez que nos compramos un 4X4 sin necesidad es a costa de la comida de alguno de los mil millones de hambrientos. Como diría Muguerza, ese filósofo con el que abrimos este texto, necesitamos recuperar la conciencia de culpa, que éticamente es muy saludable. Claro que la mala conciencia no se sanea con obritas de solidaridad.

La ecología ha venido a añadir a la lucha de clases la lucha de modos de vida. Lo mismo que el antrocentrismo machista añade la lucha de género.

Por eso un modelo socialista, ecologista y feminista nos es imprescindible hoy por hoy.

5. Hacia la desmaterialización

Esto que decimos a continuación ni es una receta ni la solución a los problemas mencionados, pero ayudaría a ir superando esta urgencia planetaria en la que nos encontramos y respecto a la que tenemos muy poco tiempo para enderezarla..


5.1 Necesitamos desmaterializar la producción de objetos e intangibles (no me gusta decir bienes y servicios por ser términos justificativos; porque necesitamos producir entes que sean bienes sociales y de uso, que no todo producto fabricado es aceptable).

Eso significa producir lo mismo con menos materiales y menos energía. Esto se hace por medio de la eficiencia (tecnología), por medio de la mejor organización y planificación de la producción (saber y bienestar laboral), por medio de nuevos materiales y por la digitalización, entre otros medios.

Por ejemplo: las bombillas incandescentes consumen 80 W y duran 1.000 horas, las fluorescentes 15 W y 10.000 horas y las nuevas Let menos de 15 W y 50.000 horas. La desmaterialización se ha obtenido con un factor de eficiencia de más 50 veces.

5.2 Necesitamos hacer la desmaterialización del consumo. Como la oferta (producción) tiende a crear su propia demanda (consumo) con la enorme presión de la publicidad, es necesario disminuir el consumo y eliminar el despilfarro: atacar el consumismo. Las cinco “Rs” nos darían la clave: Reducir, Reparar, Reuilizar, Reciclar y Reconsiderar.

Y la calidad y durabilidad con la que hacemos los productos habría que añadirla al principio de las cinco “Rs”.

Mientras uno de nosotros escribe este texto le acompaña un reloj de pulsera, que se mueve con cuerda y que lleva ya más de cuarenta años de funcionamiento correcto.

Pero consumir menos no es volverse triste. Se puede alcanza una austeridad gozosa.

5.3 Pero para cerrar este círculo necesario efectuar la desmaterialización de la cabeza y el corazón. No se trata de despreciar los objetos materiales y las creaciones de los seres humanos, nada de eso. Con Juan Ramón Jiménez debemos decir aquellos versos suyos de exaltación de la materia: que bellas son las cosas/ y que bien se está con ellas. Pero, no lo olvidemos, hemos llenado el mundo y los hemos repartido injustamente: hay que recortar.

Pero además los valores y los placeres intangibles, inmateriales los vamos desvalorizando. Necesitamos recordar aquello de From de que entre el dilema del tener o ser, solo el último nos proporciona felicidad. Lo dicen muchas culturas africanas, pobre no es aquel que no tiene nada sino que no tiene a nadie. Lo dicen muchos psicólogos, la falta de afecto nos enferma.

Desmaterializar la cabeza y el corazón es recuperar la olvidada fraternidad de la trilogía revolucionaria, es rehacer vínculos perdidos, es expresar el enorme mundo de emociones que nos embargan, es tender la mano, es ver a los otros y otras como iguales. Es disfrutar con un paseo, una conversación, un bello pueblo tal como ahora es Archidona por ejemplo, una comida casera, un libro, un juego de azar, un deporte (que no sea el golf)... y tantas cosas.

Es celebrar la vida como lo hacía Mercedes Souza cuando cantaba aquello de “gracias a la vida/ que me ha dado tanto”

“ Si miro en el espejo que el cielo me ofrece veo un espacio que contiene dentro

de sí a todas las personas que intentan restituir un sentido a sus vidas” y lo hacen en silencio como cuando crece la hierba.

6. Los lugares de la política y la democracia radical.

Existe un lugar común de equiparar la política con lo que hacen los partidos en las Instituciones. Desde nuestro punto de vista la política (la gestión y manejo de lo común) se hace desde muchas instancias.

Se hace política en la cocina, en el barrio, en el trabajo, en los movimientos sociales y en las instituciones. Y si la meta es la democracia, ésta ha de llegar a toda estas instancias, amén de lo que comúnmente se entiende por democracia participativa que siendo muy importante cae en el mismo error, creemos, de considerar la política institucional como el único lugar o el más privilegiado para la práctica de la democracia. Aquí, de nuevo, nos envuelve el texto de Berger: Las personas que forman este movimiento no están planificando el cambio, simplemente lo construyen con sus propias vidas.

7.Un ejemplo: la política (y la democracia) en la cocina.

El movimiento feminista nos ha enseñado con clarividencia que lo privado es público. Pasemos a la cocina.

Lo más evidente es que allí se “cuece” la producción y el mantenimiento de la propia vida; en principio no puede haber nada más trascendente para poder empezar a hablar.

Pero esta importancia no puede justificar la alineación sufrida por las mujeres (y que ahora sufren de otra manera) con el cuento de su alto valor político. La democracia llegará a la cocina cuando estas tareas se compartan y cuando lejos de abandonarse vuelvan a ocupar un momento central de la existencia.

Pero para cocinar hemos de comprar y este acto es de una trascendencia política enorme. Porque si, mirando por nosotros, queremos comer sano presionaremos por productos ecológicos, que a su vez obligarán a los agricultores a cultivar sin venenos y respetando la tierra. Si comemos productos de temporada y cultivados en la proximidad estamos contribuyendo a mejorar la condición campesina y a luchar contra las multinacionales de la distribución. Con la agricultura orgánica luchamos contra las multinacionales químicas, enormemente poderosas pues se han apropiado actualmente de la agricultura.

Pero si sabemos, como deberíamos, que el exceso de consumo de carne, aparte de no ser bueno para la salud, implica disminuir la cantidad de otros alimentos de manera tan importante que con una dieta más vegetariana podríamos dar de comer suficientemente a los más de 820 millones de hambrientos que hay en el mundo. Y que parte de los bosque tropicales que se pierden se debe a que son sustituidos por pastos para alimentar vacas y que se trata a los animales como se trataban a los judíos en los campos de concentración, nos daremos cuenta de la importancia política de la cocina.

Podríamos seguir, pero lo dejamos aquí para que no se nos indigeste demasiado, por hoy, esta parcela también necesitada de democratizar.

8.- Una conclusión y un llamamiento

Las palabras de Berger y la organización de la disidencia han dado a este encuentro un aire de esperanza, lejos de la atmósfera de pesimismo del principio: allí nos hemos reunido gentes diversas que buscan dar sentido a sus vidas; en ellas está la fuerza que puede oponerse a esos operadores del orden mundial, los cuales toman cada minuto alguna decisión que afecta directamente a millones de vidas en todo el mundo.

Pero además de la disidencia hay que practicar la coexistencia en la diversidad y el diálogo: no podemos permitirnos el lujo es una situación de emergencia planetaria, de deterioro del planeta, de tremenda desigualdad y de tambores de guerra generalizada, dedicarnos a ser quisquillosos. Como se ha dicho en este encuentro, sólo la unión de lo rojo con lo verde con lo violeta y con lo blanco será una verdadera política democrática de izquierdas.

Muchas gracias por vuestra invitación y acogida.

Málaga, a 29 de noviembre del 2007

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